Monday, June 27, 2011

Horacio Hernández Holgarín:

He descubierto en estos últimos días que eres tan insignificante en mi vida como la letra H, habían de hacerte ahorcar humilde hormiga humeante. Tu holgazanería me hostiga desde la hora en que te conocí en Acahua, Chihuahua; durante la reunión de harapientos sin hambre. Ahí descubrí también tu horrible hábito por comer hierbabuena mientras hacíamos el quehacer, tu inaudita afección por los husos horarios; tu profesión de historiador y hasta que esto te llevara a un apego eterno por la frase “horda de Hunos” que usarías fuera de contexto cuantas veces pudieras. Compartí contigo el hallazgo de un héroe, aquél hombre que resultó ser homofóbico y tener una hernia, inoperable por cierto. Después, cuando me pediste que habitáramos juntos, accedí, a pesar del hedor que simplemente no había forma de ahuyentar de nuestra habitación. Vivimos juntos aquel acuchillamiento en la calle Ocho del pobre viejo que ahorraba cada centavo y se le enchinaba la piel cada vez que veía a Edith, a través de su ventana, abrochar su blusa antes de meterse en su hábito. Recuerdo que en ese entonces también soporté tus seis meses de hipnofobia y tus once kilos de más porque comías chocolate para calmar tu ansiedad y tus deseos de ahogar al gato que tiempo después se vio obligado a huir; pobre Hércules, nunca supe que fue de él. El día en que te confesé que tendríamos un hijo y que había decidido llamarlo Hugo me regalaste una higuera y logré cuidarla hasta que, en tu época de alcoholismo, tomaste el hacha, la talaste, construiste un nido y dormiste ahí semanas enteras convirtiéndonos en el hazmerreír de la cuadra.

A pesar de tu incoherente forma de habitar este mundo, que para ahora también se ha convertido en la mía, me aprehendí a ti y atribuía tus hazañas a tu orfandad; como aquella vez que volaste un cohete y nos dejaste desahuciados. Ahí, admito, aún te anhelaba.

Sin embargo, hoy huyo como Hércules, encontrarás mi almohada y la cinta adhesiva que me regalaste de nuestro aniversario número cuatro en el hueco de la alacena, aquel que hiciste cuando recreabas un huracán. Volveré por ellos en ocho años.

Saludos

Nancy

Si algún día

conoces


una niña

ella se pararía en las escaleras, miraría hacia arriba y gritaría "las tostaditas se quemaron"
cuando la veas dile que me recuerdas, que yo cocinaba con mantequilla de fresas, que sus

manitas

se rompían en pedacitos cuando tocaba las mías,


también dile que cuando se fue
fueron
mis
manitas
las
que
se
partieron
en
pedacitos.

Tuesday, June 14, 2011

B se tiene que ir

B siempre se tiene que ir

B siempre siente que se tiene que ir

B siempre siente que se tiene que querer ir

B siempre se tiene que querer ir

B siempre tiene que querer

B tiene que querer


"Every atom in your body came from a star that exploded. And the atoms in your left hand probably came from a different star than your right hand. It really is the most poetic thing I know about physics. You are all stardust. You couldn’t be here if stars hadn’t exploded. Because the elements, the carbon, nitrogen, oxygen, iron, all the things that matter for evolution weren’t created at the beginning of time. They were created in the nuclear furnaces of stars. And the only way they could get into your body is if the stars were kind enough to explode. So forget Jesus. The stars died so you could be here today."

Lawrence M. Krauss

Monday, June 06, 2011

"If I were not mad, I could have helped you. Whatever you had done, I could have pitied and protected you. But because I am mad, I hate you. Because I am mad, I have betrayed you. And because I'm mad, I'm rejoicing in my heart, without a shred of pity, without a shred of regret, watching you go with glory in my heart!"

Gaslight Poster

Gaslight (1944)

Sunday, May 29, 2011

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar "Capítulo 68 de Rayuela"

Tuesday, September 04, 2007

Las mujeres bellas las dejo para los jóvenes.
Las posiciones acrobáticas las dejo
para los fakires.
Yo sólo quiero un poquito –un poquito,
de veras muy poquito– de compasión,
de apapacho. De eso que volteas
y tientas el pelo de una mujer, y lo hueles y lo acaricias,
y dices, puta madre, a mi también me sonríe la vida.

Eusebio Ruvalcaba "El frágil latido del corazón de un hombre"

Tuesday, July 10, 2007

COMPARTIENDO

Cómo quisiera haber sido buen poeta y corromper todo a mi alrededor.
¿Tendré que pasarme el resto de mi existencia pergeñando una línea tras otra, sin que nadie diga ese tal Eusebio está loco si eso que escribe es poesía yo soy Jesucrísto? Carajo, ¿no puedo escribir no digamos un poema sino una puta línea, una sola, que leas y digas cabrón, este pinche Eusebio está grueso? ¿De veras será tan dificil seducir a una mujer, no servirá también para eso la poesía, que una mujer lea el poema y que diga diablos, Eusebio, yo quiero contigo, carajo, eres un dios y yo quiero hacer el amor con un dios? ¿O que no habrá modo de hacer del poema un estallido continuo, que transtorne todo a su alrededor que justo ahí donde parece que la vida está inmovil llegue el poema y pudra todo; pregunto, no se podráhacer eso, de veras no se podrá, o uno se imagina los obstáculos porque tiene miedo, porque en el fondoes imposible violentar las formas? Quién sabe, tanta pregunta a mí no me concierne. Me imagino que habitualmente los poetas no se hacen tantas ni tan estúpidas preguntas. Simplemente se han de sentar a escribir y ya. Que nadie se pregunte nada. Mejor. Que se domine y se amanse a esa perra rabiosa que es la sintaxis. Y listo. La poesía no cambia nada ni es nada ni transtorna un carajo. Esto es un hecho. Y es lo único que importa.

Eusebio Ruvalcaba. El Frágil Latido del Corazón de un Hombre. Editorial Nula. México, 2006. p.20